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Megaemail n° 13 – consuma después de abrir ;-)

¡Mi querida maestra!

Pues, ¿qué piensa usted – será el email número trece feliz o triste? No hace falta adivinar, basta ponerse a leer. :-)


 

el miércoles 6 de noviembre:

Todavía en la cama estoy repasando el email, las noticias, la previsión del tiempo, el Twitter, etc. Según el horóscopo hoy me espera una sorpresa amable. Para mí, la sorpresa fue imprimir exitosamente siete entradas que se me habían acumulado en el email. Es que ayer con la asistencia de Begoña la impresora no quería arrancarse ni loca, en cambio ahora y sin Begui no tengo ni el mínimo problema. Me visto y salgo para la clase del Hablador. Hace un tiempo maravilloso. A la facultad se puede llegar de varias maneras. Al darme cuenta de que hoy hace exactamente un mes de que me encontré a Leiva, elijo nostálgicamente la misma ruta. De camino me sonrío y me digo cómo era cuando había ido caminando por aquí aquel entonces por primera vez, cómo en mi ipod había sonado por mera casualidad mi favorita de Pereza (Leiva+Rubén): "Dos gotas", cómo había querido girar hacia Sol, cómo había atravesado corriendo aquel paso de peatones donde había parpadeado la luz verde. Miro el reloj y me doy cuenta de que estoy aquí probablemente a la misma hora. Cuando llego por la calle de arriba de la plaza, me paro y pienso si ir a la izquierda por Alcalá tras Sol o si continuar arriba por la Gran Vía. Y mirando alrededor noto cómo del aparcamiento subterráneo sube corriendo por las escaleras un tipo – en la cabeza un sombrero gris como lo tiene Leiva. La barba como la tiene Leiva. Las piernas como palillos como las… ¿continúo? ¡Hostia!, ¡Hostia!, ¡Hostia! ...sabe usted, una cosa es ir por Madrid y encontrar algún personaje famoso y otra volver a tropezarse en una ciudad de más de tres millones de personas con el hombre al que le agradece poder caminar por esa ciudad, ir cumpliendo un sueño y no estar metida en su país de Europa Central y morirse de frío. Esa astrología la menosprecié un poco y con esos deseos me excedí de alguna manera. No encuentro otra explicación. Escribirle un SMS – lo rechacé. No hay nada de qué jactarme. ¡De todos modos usted es la única que sabe de eso! Si a las chicas les prometí que si me lo encontraba por segunda vez (claro, jajaja, "muy" divertido, "muy" probable), entonces no lo iba a dejar que se pirara. Pues, la próxima vez. Lo prometo (pero no lo garantizo – si es tan estúpido entretenerlo, además solo me repetiría – lo que le diría se lo escribe todo el Facebook y el Twitter). Para ser sincera, las entradas impresas ¡que se vayan al carajo! Por esa sorpresa amable tengo el haber sido capaz de llegar a la escuela. Hostia. A la facultad, por supuesto. ¿Lo ve usted cómo estoy todavía fuera de mí? Pues, a la facultad. El Hablador fue genial como siempre. No falló y otra vez terminó pronto. Y ese tiempo lo aproveché para visitar a mi tutor. Sí, lee bien y probablemente se extrañe como yo el lunes cuando recibí el email diciendo que la facultad me asigna a "algún hombre para solucionar algo". Las horas de consulta las tiene los miércoles hasta las tres, así que fui a su oficina para comentarle que no entendía para qué me sirviría. :-) Se llama Joseph Mafokozi y yo según el nombre esperaba a un austriaco o alemán inmigrante. Cuando entré en su despacho detrás de la mesa estaba sentado un tipo que parecía Morgan Freeman en su mejor edad. Jajajaja. Me explicó que su función era ser útil a los estudiantes de Erasmus con la elección de las asignaturas que iban a estudiar aquí. Nos ponemos de acuerdo que para eso es bastante tarde si el deadline de la inscripción fue hace tres semanas. A continuación, dijo que buscaba solución para los problemas que aparecían durante el estudio y también aquí nos ponemos de acuerdo – los dos esperamos que no aparezcan en absoluto. Y eso es todo, o sea, yo después de dos minutos en su despacho puedo dirigirme hacia Casa del Libro y pedir ese libro maldito para Didáctica cuya cancelación me salvó el pellejo y guardó mi apariencia de buena estudiante. Voy – naturalmente – a pie. Aprovecho que a Goya, donde la librería se encuentra, puedo ir por una nueva (y claro que hermosa) ruta. Allí todo salió bien – la lingüística estará preparada el viernes. Bueno, todavía comprar algo de verduras y frutas y ¡venga! a casa – a comer, luego ir a la Libertad para comprar el disco de César Pop y después al teatro para Luis García Montero. Pero ojo – en casa me entero leyendo de que esta noche va a recitar alguien diferente, Luis actuará en 15 días. Como lucho con el tiempo aprovecho la posibilidad de cancelar la reserva, pasar de la noche cultural y ahorrar esos diez euritos. Bueno, mejor dicho equilibrar con ellos los de ayer, cuando la misma suma exigió Begoña por alguna compra común. Como y luego corro solo a la Libertad para el disco anhelado. Durante un momento lo recibo del camarero con aviso de que allí César tocará mañana. No me diga eh. :-) Me digo que si quiero que me firme el disco no estaría de más comprar algo con lo que sea posible. Me encanta cuando estas reflexiones las tengo en la cabeza a cincuenta metros de una papelería. Entro enseguida y pido un rotulador negro. El vendedor pregunta para qué lo necesito exactamente. A eso yo le respondo que para firmar el disco. Con una sonrisa me da uno preguntándome si voy a alguna firma de discos. Asiento con la cabeza que sí, pero que mañana. Quería saber de quién, así que le dije que iba a asistir al concierto de César Pop de Pereza y que como extranjera tengo que aprovechar cada oportunidad así. Aún quería saber de dónde era y yo después podía volver a dirigirme a casa contenta de que hoy esa charla era satisfactoria y, sobre todo, de que tengo el disco y el rotulador. :-) Fui por la plaza de Antón Martín con la intención de examinar ese cine donde echan a ese Havel nuestro (*explico: se trataba de la película checa "Odcházení" / "La Retirada", cuyo guion había sido escrito por el ex-presidente checo, Václav Havel). Gracias a eso descubrí una calle maravillosa que va al lado de la calle Atocha, pero es mucho menos animada, no obstante mucho mejor provista. El día de hoy salió muy bien, así que me recompenso con una palmera. Y eso también salió bien – estaba tan chamuscada que la otra no quiero ni verla. Ahora me vendría bien encontrar las galletas Príncipe caducadas por lo menos de seis meses y mi propósito de noviembre acerca de la alimentación lo proclamaría cumplido con éxito.
 

 

el jueves 7 de noviembre:

Cuando salgo de la cama y abro la puerta sé seguramente que aquí transcurrió otra vez algo que he empezado a llamar "la mañana típica de las chicas" – por todas partes hay luces, la cocina está patas arriba, en la mesa y también en la encimera hay platos usados, además con los restos del desayuno, las habitaciones de Begoña e Inma parecen como después de una explosión (la de Emejota no la tengo a la vista). Bueno, yo no podría tener una pocilga así (y eso porque me gusta arreglar y no que dé mucha importancia al orden, él es solo el producto secundario de mi actividad favorita de "poner las cosas en su sitio"), sin embargo, soy hincha de las chicas. Simplemente siempre me crea una sonrisa en la cara y si fuera una fotógrafa artística, bueno, si tomo en consideración esas habitaciones, entonces si fuera reportera de guerra, lo documentaría en un collage al que llamaría "Los padres están lejos y aún así sigo viviendo". Gracioso e indescriptible. Hoy las clases no empiezan hasta las cuatro y media, o sea, basta salir a las tres. De nuevo voy por otra ruta, esta vez por Cuatro Caminos, o sea, "Millones de escaleras", sin embargo, voy bien sobre la tierra, nada de metro. Psicología fue bien porque habíamos visto algún vídeo sobre los niños agresivos y sobre los padres iguales. Bueno, peor fue luego responder las preguntas que se referían al tema. Eso porque la profesora me emparejó con alguna chica amable pero terriblemente activa que insistía en que yo también comentara cada pregunta. Le intentaba explicar que más que una barrera lingüística, tenía problemas con la orientación a la pedagogía social. Y eso que yo pensaba que lograría huir de ella cuando me fuese de Erasmus. Ay. De la facultad corro porque esta noche me espera el concierto de César Pop en la Libertad. Por cierto, Pop es el apodo, el apellido lo tiene típico español (García Miranda). Una de sus canciones que me encanta se llama "Paredes desnudas". Del piso salgo corriendo convencida como siempre de con cuánto retraso voy para llegar corriendo al lugar segura de con cuánta antelación estoy aquí. Sin embargo, como la prueba acústica se prolongó, todos estamos esperando en el bar delante de la sala. Mientras noto que en la mesita están tirados los números de noviembre de esa revista mensual con todos los conciertos que todavía me falta, así que un ejemplar lo usurpo enseguida. Al hojear descubro que Rebeca Jiménez, la que me gustaría ver una vez más y cuyo concierto en Madrid me coincide con el de Iván Ferreiro, actuará aquí en la Libertad, además acompañada por César el 26 de noviembre. Genial. :-) El concierto de César fue guay. Antes de empezar sonó de los bafles Dani Flaco, actuaron unos invitados interesantes, cantó mis canciones favoritas, nos enseñó el estribillo de una nueva y también se encargó de un momento afanoso – de alguna manera rozó con la guitarra el soporte, se cayó por encima de la banqueta al piano y derribó una mandolina o yo que sé qué era. No obstante, todos salieros sano y salvos y se podía bromear. Después de acabar salió a fumar, lo que me venía bien. Bueno, no sabía si era cortés esperar hasta que apagara el cigarillo, pero se fijó enseguida cómo estaba cerca con el disco y el rotulador en las manos, me saludó, entonces yo le pedí la firma. Y él dijo que por supuesto. Sin embargo, cuando le informé sobre las trampas gramaticales de mi nombre checo me pidió que le deletreara las letras individuales para que no la cagara. Le digo a usted ¡qué divertido eh! Es que yo durante el concierto tomé una copa de Rioja y solo el fin que se acercaba me salvó de la segunda. Pero incluso esa única copa se notaba, además era medianoche y yo debía decirle de sopetón el alfabeto español. En el caso de i griega otra vez utilicé la preposición de tiempo, pero inmediatamente después me corregí con DETRÁS DE (a la tercera ya lo logré decir sin error, ¿quién será ese suertudo? :-)). Añadí "Y el acento sobre eso, por favor", no obstante, César me aplastó al preguntarme "¿Y esa coma se pone a qué lado?". Bueno, cuando no puedo encontrar la palabra adecuada utilizo la expresión DA IGUAL, o sea, "no importa". Lo logramos los dos, le di las gracias y contenta me pude dirigir a casa.
 

 

el viernes 8 de noviembre:

Tengo el horario algo cambiado y el día de hoy lo tengo más o menos por sábado. Al levantarme obtengo el SMS de la librería diciendo que ya puedo recoger esa Lingüística. Genial. De nuevo estoy en el piso sola, así que de nuevo hago la colada sola y lavo lo que considero conveniente. De las chicas copié que aquí uno de verdad no se preocupa por eso y lo que hace falta se mete en la lavadora, luego a la secadora y el resultado siempre es aceptable. Pongo la lavadora y voy a prepararme la sopa de desayuno. Cuando me inclino para tomar el trozo caído de la zanahoria, capto que si había algo que necesitaba lavar urgentemente de verdad y debido a eso había puesto a la colada de hoy, se trataba de mis pantuflas caseras. Así que corro al cuarto de baño, paro la lavadora y las añado a esas toallas, manta y pashminas. Como ya he dicho, nosotras no nos preocupamos... después de comer me pongo al día con los asuntos pendientes en mi habitación. A las dos regresa Emejota. Al preguntarle dónde están las demás, bueno, para ser exacta, si las chicas "están en la escuela", o sea, si tienen clases, Eme me dice que Begoña sí pero que Inma se fue a Alemania cuatro días. ¡Y yo tenía la sensación de que hacía mucho que no la había visto! En la cocina donde preparo el almuerzo continuámos en la charla. Emejota me pregunta cuánto años tengo en realidad y al responderle verdaderamente exige que le diga el año de nacimiento (¡¿piensa que no sé los números o qué eh?!). Dice que parezco menor. Cuando llegamos hablando al tema de la uni alabo esa Psicopatología y le reconozco que una cantidad considerable de vocabulario la adquirí gracias a Leiva cuando él describía sus miedos a las enfermedades, a volar, etc. No obstante, de eso Eme no tiene ni idea, entonces añado que justo por eso el último disco de Pereza se llama Aviones, que en alguna terapia le comunicaron que utilizara esa palabra ("el avión") lo más frecuentamente posible. Está totalmente estupefacta. Y yo también. Esperaba con ilusión que en cuanto llegara a Madrid y dijera que en mi ipod prevalecía la música española, todo el mundo me iba a contar algunas curiosidades, cotilleos de bastidores y "las anécdotas alegres del rodaje". Y mi gozo en un pozo... Después de comer le comunico que tengo que ir a buscar el libro. Pronto lo recojo exitosamente. Y esperando en la cola cerca de la caja pasa delante de mí un vendedor diciendo que tengo un bolso gracioso. Tal vez no pasa ni un día sin que obtenga alguna reacción positiva a mi vinilobolso. En cuanto tengo el libro en mis manos, siento un alivio triunfal. Cuando salgo de la tienda, automáticamente me dirijo al paso de peatones y quiero ir a casa. Lo que es un éxito, ya que me encuentro en la calle Alcalá, en la que en cuanto entro una vez, hay peligro de que durante las próximas tres horas me entretenga de una manera para usted ya muy bien conocida. ¡Pero ojo! He decidido que por fin llegó la hora de examinar el parque cercano junto a la plaza Manuel Becerra. Además, si voy por él hacia la Gran Vía, adonde de todos modos necesito ir, puede resultar de eso un paseo útil y a la vez nuevo y bonito - bueno, acaso es solo mi impresión subjetiva, así que para usted será mejor si se lo imagina como si fuera de la escuela al barrio Lhotka por Jelenice (*explico: partes poco interesantes de mi ciudad natal, Česká Třebová). Con la promesa de que voy a "Alcalar" durante el fin de semana me dirijo con rumbo al parque. Y tengo que reconocer que hice bien aunque ese parque no es tan grandioso como parece a primera vista. ¡Pero ese camino hacia la Gran Vía! Disfruto de cómo todo lo mantengo equilibrado – los días como el de hoy cuando cruzo por Madrid con mi callojero en las manos (me chifla cuando controlo los nombres de las calles en las esquinas y esos corresponden al mapa) y en cambio los días cuando voy por la Alcalá y no tengo que concentrarme absolutamente en nada, es imposible perderse, en vez de los letreros pequeños de las calles, el camino lo bordean rótulos grandes El Aeropuerto y Zaragoza. De todos modos, si un madrileño nativo de treinta y tres años (o sea, como ahorrar con elegancia la palabra "Leiva" :-)) dice que aquí no para de descubrir nuevos lugares, cómo ostras puedo conseguirlo yo con cinco meses de los que quedan menos de tres (y además con la afición a esa Alcalá que es un buen consumidor de tiempo). El único defecto de hoy es un momento en el que me doy cuenta de que la compra exitosa de la gorra sola no sirve de nada si la olvido en casa. No pasa nada, la próxima vez seré más lista. Acepto el hecho de que estamos a noviembre sin mirar a las temperaturas de veinte grados de (ante)ayer. En la Gran Vía marcho con seguridad delante de ese cajero alemán que -a diferencia de su compañero español- aquella vez no me entregó solo 300 euros sino 590 justo tal como había exigido. Pero a ese hijoputa no le gusta mi tarjeta de crédito de mi cuenta de euros. Bueno, puedo alegrarme de que por lo menos me la devolvió. Rechazo la posibilidad de volver a transferir dinero a la cuenta checa y simplemente voy a buscar otro cajero. Después voy al "hacheyeme" para comprar calcetines. No solo que a Madrid traje solo tres pares (y hasta a mediados de octubre lo tenía por un lujo inútil) sino que también ni se me ocurrió pedir a mi visita familiar que me los trajera de mi patria. Cuando dejo en la caja por 10 pares 15 euros, me pasa por la mente si como castigo debería negarme la compra de algún disco. Pero me conozco a mí misma. Sé que terminaría con un disco en una mano y con una palmera para resarcir el mal humor causado por la prohibición y su violación consecuente en la segunda mano, así que esa idea horrible la mando al otro barrio. Pero por lo menos rodeo la FNAC. Eso es, creo, un acuerdo aceptable. Además, voy a comprar algo para comer (=un brócoli). Está asombrada usted, ¿eh? Pues, estamos a noviembre ¿o no? :-) A casa llego después de cuatro horas de pasear. Bueno, si tengo en cuenta que originalmente solo fui a buscar el libro, está bien. :-) Preparo la cena, después de mucho tiempo también hago un puré de legumbres y disfruto la noche de vagueo. Me doy cuenta de que, de hecho, la uni no me molesta. Con ella tengo el problema solo cuando se me exige hacer los deberes, además con un deadline indiscutible. Por ahora los tengo a raya y por eso uno puede dormir mejor.
 

 

el sábado 9 de noviembre:

Un día libre+buen tiempo=Alcalá. Me levanto, preparo una sopa de calabaza y remolacha, lo que no termino de comer lo echo al termo y salgo. Me refresco en el Granier (un croissant de jamón y de queso y un café con leche – en cuanto a esa leche me preguntan por algo, no entendí demasiado bien, o sea, mi respuesta: DA IGUAL :-)). Pero la próxima vez ya no iré allí porque quiero probar algo diferente. Mi propósito lo rompo después de dos minutos de marcha. Olvidé allí mi termo el cual había puesto en la mesa junto a la pared, diciéndome a mí misma que estaba segura de que iba a olvidarlo aquí. :-) Esos horóscopos para el 2013 no mentían de verdad. Se me cumple todo tan pronto como pienso en ello. :-) Al Capricho llevé con perspicacia conmigo esa Lingüística. Tenemos los deberes de leer el segundo capítulo. Al leer me digo si de verdad basta leerlo, o en cuanto a mí, también traducirlo y entenderlo. Ay, menuda clase me espera... :-) Como a la caída de la tarde hace bastante frío, hace viento y anochece, eché inteligentemente en mi vinilobolso el jersey. ¡Y también el gorro! ¿Qué progresos eh? Ayer el brocoli, hoy el gorro de lana, ¿qué será mañana? :-) Pero de algún modo no me di cuenta de que si quería ponerme el jersey primero iba a tener que quitarme la chupa. Uaaa. La diferencia de las temperaturas entre la tarde y la noche y entre el centro de la ciudad y su extrarradio se notaba y "dolía". En el puente, detrás del que me empieza la segunda etapa del medio maraton, me paré, miraba hacia el aeropuerto, sorbía la sopa del termo y disfrutaba el momento cuando uno tiene la sensación de que no le hace falta nada más para ser feliz. No estoy segura de si decir que a mí me basta con poco, teniendo en cuenta esta observación desde un puente en Alameda hacia la lejanía. Si sé todo lo que tenía que hacer para eso y cuánto dinero de beca me llegó a la cuenta. El camino de vuelta lo pasé en la oscuridad, ronzaba almendras de El Rincón y ayudaba a varias personas perdidas con dónde está qué calle o de dónde sale el autobús. Alcalá se va convirtiendo en mi especialización. Cerca del piso encontré un cajero genial – me dio exactamente lo que le había pedido (los euros y mi tarjeta). En el chino agarré SOLO una barra de pan, la comí SENTADA EN CASA y SOLO LA MITAD, además untada con mi puré de judías. Empiezo a estar orgullosa de mí. :-) Y por si fuera poco – además hasta altas horas de la noche repetí los modismos y refranes casi sin fallos. Me acosté a la una, pero me dormí a las tres. Qué va. Ese café de la tarde (aunque con leche) para la próxima vez tendré que revaluarlo.
 

 

el domingo 10 de noviembre:

Me desperté a las 7, hasta las 7:30 resistía las tentaciones y los rugidos y a las 7:45 me jalé la segunda mitad de la barra de pan, en la cama, sin el puré. Dejo de estar orgullosa de mí. Luego con el ipod en las orejas reflexionaba sobre si levantarme o no levantarme hasta que me dormí. Antes del mediodía me despertó el trajín de Begoña por el piso con la escoba en una mano y con el teléfono en la otra. Cuando por fin salí del cuarto me explicó que en cualquier momento llegará alguna conocida de su mamá para mirar el piso. Ajá. Entonces ni hoy logré cocinar esos mijos, vuelvo y me arreglo y arreglo mi cama en la que quería meterme con el notebook. La visita llega y yo con la señora y –probablemente- con su hija "me besuqueo" ejemplarmente. Por lo menos, esa manera de saludar va mejorando. Después de que se hayan ido, me preparo una papilla de avena porque tengo tremenda hambre y ésta es la comida más rápida. Me divierto mirando el piso pulido y a Begoña agobiada. Evidentemente, por este año la limpieza y ella se despidieron. Después de comer quiero correr a por la revista Rolling Stone al estanco (porque el número de noviembre está dedicado a mi querido Bunbury) y también al chino a por la barra de pan para el resto del puré. Cuando Begoña me pilla de camino al chino me pide que le traiga donuts y un pan. "Vale, entonces dos barras de pan y donuts", repito para asegurarme. Pero Begui se opone diciendo que para nosotras dos habrá de sobra con una barra. Ejem. Pongo cara de una seguridad total como "claro que sí" y que "además sobrará algo para Inma". Madre mía. Horská llegó al estadio en el que una barra enorme para una persona y jalada de un tirón le parece normal. Hace tan buen tiempo que saldría a pasearme enseguida si no me dolieran las piernas. Me lo merezco por "cumplir" con la Alcalá ayer. Cuando la ando los viernes, durante el sábado descanso y el domingo volvería a caminar. Así que soy capaz de arrastrarme solo al balcón de la habitación de Inma – aprovecho que sigue estando fuera. Estoy sentada allí con la revista en mano tomando el sol. Del balcón se ve -aparte del Museo Nacional de Antropología- el monumento de las víctimas del 11-M. Siempre al mirarlo no puedo quitarme de la mente una de mis primeras clases de español con cuyo estudio empecé hace diez años. Fue viernes, el 12 de marzo de 2004, las doce menos diez cuando el profesor entró en la clase. Nos preguntó si sabíamos lo que ayer había pasado en Madrid. Pf. ¡Claro que sí! Si los medios de comunicación no hablaban de otra cosa. Solo asintió con la cabeza y se puso a enseñar. Cuando dieron las doce, por toda la ciudad (y creo que por toda Europa) empezaron a sonar sirenas. Igual que en el caso del 11-S también ahora estábamos a punto de levantarnos de las sillas, pero esta vez el profesor con un gesto nos indicó que siguiéramos sentados. A nuestras miradas perplejas reaccionó: "El mejor modo de rendir homenaje a los españoles es aprender bien español. Continuámos." Y así, mientras que nuestros compañeros que estudiaban alemán, francés o ruso pasaron toda la clase hablando sobre el terrorismo, nosotros tuvimos que empollar el maldito indefinido. Aunque aquella vez dudé de eso, ahora en la capital española, con una revista española, con música española y con Atocha al fondo voy teniendo la sensación de que de verdad fue mejor aprender bien español (bueno, aun cuando estoy en la fase de balbuceo :-)). Basta de recordar, llega la hora de la cena (tahini risotto, de nuevo una señal sana). Y además, escribe Mirek (un compañero mío de los Verdes) que a finales de noviembre estará en Madrid. Propone tres fechas para tomar un café y con todas acierta los conciertos. ¡Qué inesperado eh! Pues vamos a ver. :-)
 

Ya casi una semana lleva doliéndome el diente aunque creo que en realidad avisa la encía, la que más o menos hace un año rasqué ligeramente cuando aquel lugarcito lo repasé duro con un hilo dental. Por otro lado, con respecto a la multitud de las "príncipes" jaladas no me extrañaría si a mi dentadura intacta se le acabara la paciencia. A mí se me va acabando con mi español hablado. Por fin voy a hacer esos ejercicios rétoricos. Va a doler más que mi boca, pero si a Leiva lo encuentro a la tercera, entonces que no le asuste mi pri-me-ra fra- fra- frase.


¡Qué todo os vaya bien y no olvide dar recuerdos a todos!


Saluda


Kristýna desde Madrid, una ciudad de oportunidades sin límite :-)


las fotos para el 13:

el disco de César después de comprarlo y después de la firma; su concierto; la relajación en el balcón; la revista „Rolling Stone“ con Bunbury; la Alcalá de noche.
K.

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