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Un regalito llamado el email atrasado n° 21

¡Mi querida maestra!


Para el n° 21 no se me ocurre ninguna disculpa, quizá que diciembre está increíblemente lleno (pasará volando; ¿y enero? ¡ni hablar!) En definitiva, considere usted misma:



el lunes 16 de diciembre:


Me levanto, como un estímulo engullo casi de un trago la sopa de miso de la mañana y acompañada de un tiempo maravilloso camino a la clase del Hablador. Voy por la calle Fernández de los Ríos, donde se encuentra la librería Agronauta (para más tarde llegar a saber que lo correcto es Argonauta). Pregunto por si pudiera conseguir aquí el libro de Benjamín Prado que trata del origen del disco de Joaquín Sabina en Praga. Claro, lo tengo en versión electrónica en el móvil, pero así sería difícil que Benjamín me lo firmara ¿eh? El vendedor me comunica que lo intentará pedir, pero a la vez dice que no me haga falsas esperanzas, ya que con esa casa editorial hay problemas. Bueno, o tendré un libro guay o esos 16 euros no me los gastaré, lo que está guay también. Cuando quiere saber a qué nombre hacer el pedido, con diligencia le entrego mi papel con "Kristýna" con "K", "Y" y con el acento diciendo que soy extranjera. Al preguntar cómo avisarme, giro el papel y le enseño mi número de teléfono español. Esta actuación mía el señor detrás de la caja la aprecia con un elogio, diciendo qué preparada estoy para todo. :-) Al esperar en el paso de peatones otro señor alaba mi vinilo bolso, incluso señala al disco y tiene algún comentario al que yo con mi ipod en las orejas y la luz verde para los peatones ya no logro descifrar. Tengo prisa por comprar una barra de pan, ya que por un lado, la sopa es un buen estímulo pero a uno, especialmente para el que a estas horas ya tiene en las piernas cinco kilómetros recorridos, no lo llena. Me pongo a comerla en un banco, no lejos de la facultad, con una vista fenomenal a la sierra. Masticando me digo que, de hecho, se trata de un rápido refresco checo típico – panecillos con un salami – entonces, ostras, ¿¡por qué yo sigo analizando y no paro de estresarme, sobre todo si como el pan sin embutido insano!? Saciada continúo a la clase de Psicopatología. Hoy le pienso proponer al Hablador que diría sobre una fecha privada del examen anterior. Es puntual, así que cuando el reloj marca la una y cuarenta y él sigue estando ausente empiezo a tener ganas de dar un paseo a casa. Al final, llega con casi quince minutos de retraso, disculpándose con que tenía que decidir urgentemente nuestro examen con el rector. A continuación nos comunica que el test se desplaza del 3 de febrero de 2014 para el 28 de enero de 2014. Oléééééééééééééééé. Jajajajajajaja. Soy la única que lo celebra, a mis compañeros la fecha anterior evidentemente no les gusta pero a mí, mi querida maestra, me importa un comino. No es que no quisiera estar en Madrid, pero cualquiera estancia más larga de cinco meses, para mí significa una bancarrota financiera, que –con respecto a la vuelta planeada debido al concierto de Leiva– no puedo permitirme, en serio. Por cierto, ¿se da cuenta de que la fecha del examen de Psicopatología coincide con la publicación de Pólvora? Espero que no se trate de un augurio de que el test me explote en las manos. El Hablador hoy nos ha asegurado a todos que no será nada difícil (en el caso de que no subestimemos la preparación, jajaja). De camino a casa descubro la librería Visor, donde el sábado se celebrará ese evento con Benjamín Prado; y luego por las calles nuevas giré con rumbo Bilbao. Como ya ha debido de notar usted seguramente, en diciembre no hago planes, en diciembre directamente los realizo: hoy me he encargado pararme en el café mítico El Comercial, que conozco gracias a Leiva y Quique. El interior es precioso, el personal amable y el café con leche delicioso. Estoy sentada en la banqueta de bar y leo. Pago al final como es común aquí en España. Ningún estrés, ninguna prisa. El precio me sorprende gratamente, ni dos euros. ¡En el Comercial! A casa regreso por la calle Belén donde se halla otro local recomendado por Leiva: Café Madrid. Dice que antes solía tomar daiquiri allí, ahora prefiere vino (hostia, no dice si blanco o tinto, ¡¿qué voy a hacer?!). Tranquila, hoy solo quiero enterarme de su horario. Pero no lo logro, solo veo que los lunes por la tarde seguramente no está abierto. En casa, como un almuerzo tardío, o como una cena temprana, preparo mijos (jaja, Juan hoy aquí no está), una calabaza estofada y tofu al estilo de huevos revueltos. Después voy a reciclar la basura y cuando en mi camino aparece el chino, me recompenso (¿o me castigo?) con un paquete de galletas Príncipe. Creo que será mejor mencionarle los días en los que no las como que al revés. Por la noche, en Youtube veo los vídeos de cómo se come bien el bocata de calamares. Esa barra de pan cortada rellena con calamares fritos se puede considerar una comida madrileña típica, yo pienso probarla mañana de camino de la uni y no soy capaz de captar cómo alguien puede metérsela en la boca. Incluso el lobo, que tiene la boca tan grande para poder comerse a la abuelita, a Caperucita Roja y al cazador, tendría un problema...


el martes 17 de diciembre:


Después de mucho tiempo por fin duermo perfectamente. Me quedo en la cama un rato más y repaso la red. En el Twitter averiguo que Anita esta vez no regresa de París solo para la Navidad, sino que ya se quedará en Madrid. Qué bien. En el móvil, solo por puro aburrimiento, además echo un vistazo a los mensajes bloqueados y ¡zas! Allí hay un SMS del ocho de diciembre. Imagínese usted, El Pelmazo del Retiro/El Loco/El Fondista me invita al concierto de Rosendo el 13 de diciembre. Bueno, primero es guay averiguar que ese bloqueo funciona de verdad, segundo, que el concierto ya tuvo lugar y tercero, de todos modos no iría aunque Rosendo es un personaje mítico del rock español (y yo lo conozco, por supuesto, gracias a Leiva), es que en vivo ya lo vi el último miércoles de noviembre y ahora me coincidiría con el concierto de Dani Flaco. Y sobre todo, de verdad no llevo cuatro meses ignorando al Pelmazo para contestarle ahora. Pero sí, reconozco que miré con interés al precio de las entradas – hm, 22 euros es buena suma... De algún modo se me pasó la hora en la cama, así que hoy a la facultad no voy por alguna nueva ruta, sino que corro directamente por Huertas arriba hacia Gran Vía y Cuatro Caminos. En el principio hay otro sin techo que mendiga junto con un cachorro en brazos. Para eso yo no tengo carácter. Aaay. Ojalá esos cincuenta céntimos les ayuden un poquito. En la uni llego a saber una cosa agradable – Didáctica y Psicología el jueves serán canceladas por motivo de la Navidad que se acerca, increíble, de verdad. Simplemente el edificio a mediodía se cerrará y todo el mundo se dirigirá a sus casas; qué más da que las vacaciones de Navidad oficialmente deban empezar desde el sábado. En Didáctica continuamos con el tema del desarollo de la comunicación en los libros de texto, lo cual me encantaba; y ¡qué sorpresa! incluso la Psicología de hoy (probablemente porque fue la última para este año). Mi atención la llamó un dibujo proyectado, a primera vista dos cabezas humanas, a segunda vista, copa de vino (o al revés), lo que ilustraba el hecho de que una misma cosa se puede ver diferentemente y estaba en relación con los problemas de parejas cuando dos discuten y cada uno lucha por lo suyo. Mi plan para el atardecer fue el siguiente: comer ese bocata de calamares y luego ir a la librería Argonauta donde desde las 20 presenta el libro el cantautor Xoel López. Originalmente, quería cenar en el Museo del Jamón, pero al final entré en aquel bar mío escondido por la Gran Vía. Me encanta que no se trata de ningún local de pompa para pijos, todo lo contrario. Junto con la cerveza me sirven patatas fritas y esperar la comida lo hago más o menos repasando las fotocopias de la Didáctica. En un momento, el camarero exclamando "Aquí está, señorita," me pasa ese bocadillo de calamares. Toda hambrienta me pongo a comerlo y tengo que reconocer ¡no estaba nada mal! Igual que ayer en el Comercial, pago también aquí al final. En la calle me doy cuenta de que -de hecho- no tengo ganas de regresar a la librería para la presentación, que a Xoel lo veré en el concierto en El Sol en enero; así que, cansada, lo cancelo y me dirijo a casa. A la Casa del Libro entro meramente por razones de estudio – repaso todos los libros de texto que hasta ayer tenía por terribles, pero como hoy en Didáctica aprendimos cómo trabajar con ellos, de repente descubro su encanto oculto. Qué pena que no tienen el libro de texto que hizo nuestra profesora. Aunque –con respecto a mi cartera vacía– está, de hecho, genial. Lo dejaría allí con una lágrima en el ojo. Cuando paso por una panadería me digo que ya hace mucho tiempo que no comía una palmera. Me la compró solo para comprobar que ya no me gusta tanto. De verdad. Además me preparé una cena ejemplar (calabaza estofada con arroz natural y puré de garbanzos) y encima, aproveché la estancia en la cocina discutiendo con las chicas sobre el sistema de educación español. No, de verdad no pienso escribir mi tesina, pero cómo se hace el bachillerato aquí me interesaba realmente...


el miércoles 18 de diciembre:


Otra vez duermo bien – bueno, ¿cómo no?, cuando últimamente me acuesto mucho antes que normalmente y a eso de la una suelo estar en la cama. Sin embargo, el desayuno no logro ni prepararlo, como siempre, así que me salva como es tradición, la barra de pan. La vendedora probablemente oyó mal y me dio dos. Bueno, no digo que no me vengan bien, todo lo contrario, con mi puré de guisantes será una cena rápida, pero ¿llevarlas a las clases? Ay, me lo merezco. Además, entro en una droguería para olfatear un perfume que había elegido – ese mío actual de rosas me dejó de gustar de algún modo, así que cuando lo acabe buscaré otro. Eso porque el Cacharel que pensaba comprar no me entusiasmó demasiado, y ¡eso que esperaba tanto de él! La Psicopatología hoy pasó rápido porque el Hablador habló solo un momento, el resto de la clase lo llenó la presentación del primer grupo de voluntarios. Alguien le preguntó con perspicacia al Hablador si su tema también será parte del test, a lo que él divertido contestó que si no paramos de asistir a las clases, entonces no lo incluirá allí. ¡Pero qué tío tan majo es! Cuando salgo de la facultad me saluda mi compañero de Didáctica – Carlos. ¡Es tan agradable cuando entre esa multitud de gente usted reconoce a alguien y él a usted también! A casa voy por una nueva calle, paralela con Tutor. En Atocha, después de mucho tiempo, saqueo una tienda de frutas y verduras y con dos bolsas llenas corro al piso. Como la segunda barra de pan con el puré y me dirijo atrás a la Plaza de Antón Martín. En el teatro hoy se graba el programa de radio Abierto hasta las dos con Amaral. Hostia, una cola tan larga nunca he hecho, pero tenía que hacerla si ya me había jurado y perjurado que rebasar descaradamente la cola por primera, y al mismo tiempo, por última vez, lo había hecho antes del concierto de Marwan en Galileo. Cuando después de más de una media hora de esperar me toca presentar el DNI y que me dejen entrar, una señora me comunica que no logra encontrarme en la lista. ¡Qué gracioso! Dice que pregunte a una señora de la mesa de al lado qué hacer. Esa está bastante ocupada, solo me da un vistazo preguntándome qué necesito y cuando empiezo a explicar que soy extranjera, que recibí la confirmación, pero que en la lista mi nombre no está, me interrumpe, hace un gesto con la mano y dice "Pasa." Una actitud española típica. :-) La grabación fue una delicia. Vi a todos esos presentadores a los que conozco solo de los auriculares de mi ipod, si pongo el mismo programa con Leiva como invitado. Mientras que para él no me bastó el diccionario corriente, en el caso de Amaral logré entender sin problemas. La anécdota más divertida que nos contaron se refería al momento en el que durante su gira por América del Sur estaban en un bar que fue asaltado. Mientras que Eva enseguida se bajó al suelo, Juan no se molestó en esconderse y, al contrario, seguía contemplando todo entusiasmado y fascinado la escena como si formara parte de Pulp Fiction. Cantaron varias canciones y lo que Eva demostró con su voz en la canción final "Revolución" no tiene comparación. Simplemente, ¡usted no encontrará una cantante mejor en el mundo entero!


el jueves 19 de diciembre:


Hoy hizo un tiempo "estupendamente" malo. Un día libre y un tiempo impropio para cualquier paseo, pensaba aprovecharlo para terminar los asuntos pendientes. Pero al final, otra vez acabé sentada delante del ordenador, o sea, esto suele pasar cuando uno puede hacer todo y a la vez no tiene que hacer nada. O sea, la nada absoluta. Por lo menos, en la red descubrí dos cosas guays – primero, ese excelente libro de texto de mi excelente profesora de Didáctica lo prestan en el Instituto Cervantes de Praga, es decir, otra razón por la que esperar la vuelta a Chequia con ilusión. Y segundo, he descubierto a una cantante interesante de México, Ximena Sariñana – el hiperactivo de Leiva le producirá el disco, para que sepa usted por dónde van los tiros. Después de las seis ceno – un risotto tahini rico con tofu al estilo huevos revueltos y me voy al concierto hacia Nuevos Ministerios. En el club Moby Dick hoy tocan Los Madison. La cita la tengo con Marcelka en la boca del metro. El concierto fue genial, a pesar de que las dos conocíamos de ellos solo una canción. Estamos bastante cerca del escenario y yo entonces me di cuenta de por qué su líder – Txetxu Altube – me sonaba tanto. ¡Si él es clavado a nuestro Martin Strouhal, el jefe del departamento de Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Carolina, el compañero de Tomáš Kasper! Jajaja... la alegría más grande me la producen los chicos con la versión más rock de la canción "Lo que queda" de César, que probablemente es la que más me gusta de él. Las dos son estupendas. Además, al final al escenario subió incluso el propio César Pop y juntos tocaron el hit "Compás de espera". De camino a casa Marcelka fue conmigo – cuando le dije que las vueltas siempre son cuesta abajo me acompañó con gusto. Durante una hora volvimos a tener una charla genial, esta vez sobre el tema de nuestros padres y hermanos, lo que nos confirmó aún más la sensación de que seguramente éramos gemelas separadas por la desgracia del destino. Cuando llegamos a Atocha, nos despedimos con un guiño cómplice porque durante nuestro próximo encuentro pienso/pensamos hacer algo ilegal. Puesto que he decidido informarle sobre los días cuando las Príncipe no me las jalo, entonces ahora estoy comunicándole ceremonialmente que la puerta cerradísima del chino esta noche a las doce y media defendió mi aparato digestivo de otro desastre sacárido. Es verdad que a casa llego hambrienta, no obstante, superbien paseada. En la nevera agarro una ciruela claudia y me fugo a encerrarme a mi habitación. Es que en el salón las chicas organizan alguna fiesta navideña y a mí no me gustaría aparecer allí. Antes de acostarme echo un vistazo al Twitter, donde Leiva compartió una foto del backstage del concierto con Gran Cañón (tocaron en Bilbao), lo que me recuerda que dentro de una semana a estas horas regresaré de su concierto madrileño. Waaaau. ¡Qué ganas!


el viernes 20 de diciembre:


De la cama entro marchando directamente en el cuarto de baño, donde me arreglo. En la cocina me preparo la papilla de avena, la cual me como en mi habitación, donde a la vez intento devolver el brillo a mi vinilo bolso. No adivinará usted qué le pasó. El otro día volví a sacar del cubo de basura las cajas de leche, que sí se pueden reciclar, y en el caso de que no lo hago yo, les espera la muerte asquerosa ahogándose en la bolsa de basura plástica, que además ocupan más de la mitad porque las damas no se molestan ni pisarlas. Y como he vivido en mis propias carnes, bueno, mejor dicho, como el bolso ha vivido a su propio vinilo, las damas no tienen ni la necesidad de acabar la leche. Cuando llevé el envase de cartón ya pisado hacia el contenedor azul, los restos de la leche me salpicaron el vinilo bolso, que desde entonces parecía una señora entrada en años con las manchas seniles. ¡Qué horror! Como una idea salvadora resultó mi viejo truco del aceite de almendras normal. En un momento brillaba tanto el vinilo bolso como yo, de la leche ni rastro. A un paseo "de descubrimientos" nuevo logré salir ya a las doce y cuarto. Los ocupantes del piso recibieron mi salida con agrado, porque cuando en unos pocos metros cuadrados se encuentren unas ocho personas, cualquier reducción del cálculo de los presentes viene bien. Como hoy hace un tiempo maravilloso pienso conquistar andando aquel centro comercial, además ir a echar un vistazo a esa famosa Caja Mágica (donde usted puede ver a Nadal, eventualmente a Leiva, a que sí). A continuación, me doy cuenta de que en ese caos de la mañana no eché al bolso ni una manzana. A la vez, después de unos metros, averiguo que voy por otra calle de la que pensaba. Me riño por lo "bien" que la excursión ha empezado. Pues, la merienda la resolveré cuando sea el momento, ahora intentaré llegar por los desvíos a la artería Paseo de Santa María de la Cabeza. Saldrá bien y yo, ya sin problemas, la sigo por el resto de su longitud (¡y qué longitud tiene!). De camino otra vez saco fotos como loca – al lado del puente hay otro puente llamado Puente de Praga, o sea, no puedo no documentarlo. Lo mismo vale también para la Plaza Elíptica, de donde en octubre, Klára fue a Toledo; luego un parque, un cementerio con una vista hermosa y en un santiamén estoy frente al centro comercial. Igual de terrible que la semana pasada fue el viaje en autobús, así fue el paseo de bonito. En el centro comercial voy a cumplir con un recado al Primark – Marcelka quiere que le traiga una sudadera. Resisto con éxito el departamento de niños (menos mal que mi mono tiene patitas muy largas y todos aquellos jerseis, camisas y sudaderas bonitos le quedarían cortos). Después me paro en la Casa del Libro, que aquí tiene solo una planta, pero aun así me doy cuenta de que sería capaz de gastar allí un riñón si me sobrara algún riñón. Por mis manos pasan unas guías españolas de Madrid; novelas cortas, un libro lleno de dichos y refranes, diccionarios. Soy una compradora compulsiva de materiales didácticos, pero ya no me los empollo tanto como sería deseable, o sea, me prohibo cualquier compra hasta que no sepa de memoria todos los libros de texto que tengo en casa. ¡Y cuántos tengo! Del centro comercial salgo después de una hora hacia la Caja Mágica. En el camino se me cruzan otros tres parques bonitos. El estadio deportivo lo encuentro sin problemas, le saco una foto y cuando regreso, además giro a echar un vistazo a un parque cerca del río Manzanares. Allí llama mi atención alguna elevación, no sé si utilizar la palabra "colina", con alguna escultura. Decido subir hasta arriba y allí me asombro totalmente. Le digo, una vista espléndida de Madrid como esta no he conocido. ¡¡¡Qué maravilla, además en combinación con la puesta de sol que se acercaba!!! Como después en casa llegué a saber, esa obra se llama "La Dama del Manzanares" y ¡seguramente tendré que pasar por allí! Ay, cómo molan esos momentos, cuando descubro algo por pura casualidad y otra vez tiene algo que ver con "mi" Leiva ("El otro día fui a echar un vistazo a un estadio en el que había visto a Nadal y..."). De la colina bajo por el rumbo opuesto e intento encontrar el camino por el que pueda volver a casa. A ratos andaba bastante perdida, pero al final me orienté exitosamente y por la avenida Córdoba llegué hasta la calle Delicias, que lleva a Atocha. Es que alrededor del Hospital 12 de Octubre había un montón de calles, carreteras y pasos elevados, no obstante, carecía de algún mostrador. Me las arreglé gracias a los autobuses (no, no subí en ellos, si no sería un loser, como diría nuestro Asperger), solo notaba a qué rumbo circulan los que tienen puesto "ATOCHA RENFE" como la estación final y por esa calle luego me encaminé. Qué lista soy. :-) Qué va, Horská nunca pregunta, siempre tiene que descubrir (y descubre) todo ella sola. :-) Cuando llego a casa, en el piso me espera una leonera increíble. Sin embargo, como esta semana es mi turno de cocina, no digo ni pío y en un momento la arreglo y la dejo en un estado ejemplar. A la vez, saco las cosas de la secadora, porque si Begoña ya se fuera a casa, se quedarían allí hasta el próximo año. Esta vez no me cae, aparte de la ropa, la tarjeta de crédito, sino el mechero de Emejota. Y cuando ya estoy limpiando con furor, además tiro de la cadena, ya que alguien evidentemento lo olvidó, y repongo el papel higiénico. También tomo la basura y la reciclo, porque otra vez, al imaginar que todo terminaría en un único contenedor de basura... en cuanto pongo en su sitio la última taza del lavavajillas, vuelve Inma y ya en la puerta está voceando que no me espante por la cocina, que ya lo sabe, que es un desastre y que enseguida arreglará todo. Ejem. Me sonrío y le aseguro que no hace falta. Se quedó bien pasmada. Creo que después de ese malentendido de diciembre, no podía desear una satisfacción mejor. Ceno el puré de garbanzos con un trozo de barra de pan y ni me he dado cuenta de que, después de esa papilla matutina, es mi segunda comida de hoy. Puedo tener un hambre canina, pero si "estoy de ruta circular", me alimento por los ojos. Al ordenador arrastro las fotos de diciembre. Presentía que habría muchas, pero el número final 569 me dejó pasmada. Me ocupó hasta la noche, una noche tranquila, ya que Inma fue a casa de Juan y Begoña salió con cinco amigas a algún lugar en el centro a celebrar la Navidad entrante.


Saluda


Kristýna desde Madrid :-)


Las fotos para el megaemail n° 21:

Café con leche en el Comercial; el camino a casa – Cibeles y el parque del Retiro; mijas+calabaza+tofu; bocata de calamares (¡cómo odio sacar las fotos de comidas en los bares, por eso esa mala calidad!); el escaparate de ropa y artículos de trabajo en el estilo del belén con Playmobiles; la grabación del programa Abierto hasta las 2 con Amaral (Eva+Juan); el concierto de Los Madison en el MobyDick con César Pop; El puente de Praga tras el río Manzanares; el río Manzanares; un puente cubierto pintado; la terminal en la Plaza Elíptica; un parque de camino al centro comercial; el cementerio con la vista al lado del centro comercial; los parques de camino a la Caja Mágica (si en la Alcalá sigo los letreros "Zaragoza", pues hoy han sido "Córdoba" y "Sevilla" :-)); el estadio deportivo Caja Mágica; ese maravilloso parque que descubrí Lineal del Manzanares con fuentes, colina, escultura y una vista fenomenal; la cocina emporcada y -para que usted se haga una idea- Marcelka. :-)
K.


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