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Megaemail n° 15, o sea, inspire y espire...

¡Mi querida maestra!

La mitad de mi estancia de 150 días en Madrid ya pasó, la otra mitad me espera. Pensé y recapitulé esos 75 días transcurridos. También esta vez podría reducirlo a solo una oración compuesta: estoy harta de las clases, asisto a los conciertos, encuentro a Leiva, como mucho, lavo y "Alcaleo". Eso es todo, pero si usted tiene tiempo y ganas, soy capaz de decribírselo como siempre: con la megalongitud.


 

el sábado 16 de noviembre:

El día libre+un tiempo malo=mi Alcalá. Qué va, los nubarrones no me paran. Antes de irme, me refresco con una sopa de calabaza y a pesar de la presencia de Emejota en la habitación de al lado, después de algún tiempo logro darme el gusto de ponerme la mascarilla facial de barro. Estoy encerrada en mi habitación y cuando la mascarilla ya se va endureciendo o mejor dicho, secando, llego corriendo al cuarto de baño para que a Pepi no le dé un yuyu. Me voy bastante abrigada, equipada con un termo de té caliente. Como se puso a llover en cuanto salí, regreso a cambiar el paraguas plegable por mi nuevo y grande, supuestamente más práctico. De camino a Alameda me familiarizaba con la nueva superficie (que es solo una expresión más ostentosa para el hecho de que en aquella acera mojada llena de hojas casi me caí de hocicos dos veces). Le digo sinceramente que de haberme ocurrido de camino a la facultad, maldeciría inmoderadamente, pero mi Alcalá es harina de otro costal. Por desgracia, el tiempo estaba en mi contra y yo al regresar tuve que ir en metro. Por lo menos, bajé algunas paradas antes ¡Pero qué idiota soy! No sólo desperdicio un viaje de metrobús sino que también para mi excursión a pie elijo el tramo donde el camino se cruza por la Casa del Libro, el edificio al que FNAC pasó la antorcha en cuanto a la desaparición de mis ahorros. Fui a echar un vistazo a dos manuales de español, salí con uno y además al lado de la caja apareció delante de mí Seda, la novela del italiano Baricco. Me defendí con uñas y dientes, pero sin embargo, soy una chiquita frágil (a pesar de tantas palmeras y principitos comidos). Sin rodeos, confieso que ese libro lo había recomendado Leiva y yo de veras tengo que aumentar indispensablemente mi vocabulario de la expresión "el gusano de seda". A casa llego con la convicción de que había acabado con las compras de esta semana. ¡Pero! En el Twitter me enteré de algún concierto con la participación de Loquillo, Amaral, etc. y eran asequibles las últimas entradas. No podía esperar hasta el lunes. Luego para asegurarme controlé la cuenta. Sabía que la última semana estuve derrochando (las entradas para eventos de cultura de todo tipo ¡¡¡pero que no pueden tener lugar sin mi presencia!!!). Sin embargo el saldo de 41 Kč, en palabras cuarenta y una coronas checas (*explico: 1,5 euros) me dejó pasmada en serio. ¡¡¡Qué no se lo chive a mi mamá!!! ¡Además ahora ya está bien! La noche la paso con Seda en la mano aprendiendo a pronunciar la "ese" española. Del checo se diferencia un poco y yo sigo sin captarlo. Al mismo tiempo las chicas se preparan para alguna fiesta y se aclimatan escuchando música. Tal música que incluso mi batidora de mano suena mejor. De Leiva y Rubén se dice que aunque a sus conciertos iban las chicas adolescentes, por lo menos les hacían escuchar a los intérpretes de calidad como los Beatles, los Stones y otros. Y por ejemplo, yo gracias a Leiva aprendí a fraccionar las canciones en los instrumentos individuales, hacer caso a su beneficio y a las líneas importantes; es que Leiva en una serie explicaba cómo había encontrado la inspiración para su disco solista. Pero todo esto ha causado que me haya empezado a dar asco la producción contemporánea mainstream. O sea, ahora estoy sufriendo y sus gritos: "...yo quieroooo bailaaar toooda la nooocheee..." intento superarlos hasta la madrugada con Lou Reed.
 

 

el domingo 17 de noviembre:

Pues aparte del día festivo (*explico: en la República Checa este día en 1989 comenzó La Revolución de Terciopelo gracias a la que cayó el régimen comunista), hoy me encuentro en la mitad de mi estancia lo cual es un conocimiento importante en cuanto a mis reservas de comida y cosmética - parece que las llevo bien. Lo que considero un problema es la ropa, es decir, el hecho de que en el armario están colgados vestidos de verano, faldas, dos sudaderas y ningún jersey. Con respecto a las temperaturas medias resuelvo qué es peor: morirse de frío o en vez de unos discos invertir el dinero en equipo de invierno. El domingo me lo reservé para terminar asuntos pendientes, los cuales había decidido hacer más agradable yendo al chino a por algo. ¿Si aquí cada día intento pasar un poco de tiempo afuera eh? Emejota después de la fiesta nocturna pidió una Coca-Cola mientras yo pagué por una barra de pan, patatas fritas y galletas Príncipe (un paquete de cuatro) y por esta mezcla luego pagó mi estómago. En el momento de escribirle el megaemail n° 14, recibí el de usted. ¡Qué sorpresa me ha preparado en el día festivo, de veras! No quería contestarle enseguida para no causar un caos aún más grande en ese sistema nuestro. Pues respondo ahora: cruzaré los dedos por Anička para que lo del trabajo le salga bien, a Honza le apoyo en el deporte y en la experiencia de que la uni de verdad no sirve para nada, al Raícito le deseo una estancia agradable en la República Checa y a usted le deseo mucha energía y fuerzas. ¡Dales recuerdos de mi parte en el hogar juvenil y toda la escuela! ¡Gracias por su tiempo! Me alegró muchísimo, aunque para ser sincera, al leer lo que me había escrito acerca de Leiva (que él tiene que llegar a saber que su música me impresionó tanto que por este motivo estoy en Madrid), di un suspiro y me pasó por la cabeza: Si hubiera sabido, mi querida maestra, lo que solo yo sé... Esas malditas patatas fritas me fastidiaron el resto del domingo - desde las nueve estaba en la cama y prometía a mi tripita que esa asquerosa cosa frita ya no la comería jamás (quiero decir este año o por los menos hasta el fin de noviembre). Pues es todo del domingo, de aquel día en el que mi queridísima mamá como regalo de Navidad me prolongó un año más el acceso al club de Jíme jinak ("Comemos de otra manera"), el club de aficionados a la cocina macrobiótica.
 

 

el lunes 18 de noviembre:

El día empezó excelentemente. Primero descubrí que estaba viva. Quiero aprovechar esta ocasión para dar las gracias a mi barriguita por darme otra oportunidad. A continuación, desde hace más de una semana no me despierta la voz de Marie Rottrová sino esa maravillosa melodía de introducción de la película Todo lo que tú quieras compuesta por Leiva. Va empezando a sonar hermosamente poco a poco y va culminando tanto que tengo más ganas de levantarme. ¡Por qué no se me ocurrió antes! Bueno, y después recibí su mensaje de cómo usted lloraba de risa al leer mis emails. Me alegro de que entre esa cantidad de trabajo y melancolías otoñales alguien le proporcione risotadas, pero ¿de todo elegir ese secador de pelo y a Quique? ¡La tenía por más empática! Luego me doy el gusto de un paseo bonito a la facultad, esta vez por arriba con rumbo Cuatro caminos, pero delante de ellos giro a una calle nueva, descubro un atajo y además me digo qué bien hice cuando dejé ese gran paraguas en casa. A diferencia del pronóstico, no cayó ni una gota. El Hablador – nada nuevo bajo el sol. Fue guay y terminó pronto. De camino a casa pasé por El Corte Inglés para hacer la compra – originalmente quería comprar solo remolacha, pero salí cargada con dos bolsas pesadísimas porque en la cesta había echado todo lo posible – yogures de soja, pan, un kilo de zanahorias – para no tener que volver en mucho tiempo. En casa, en lo que respecta al estómago "después del ataque de apoplejía", mato el hambre con zanahoria estofada y en Youtube descubro un documental con Leiva de casi veinte minutos de su estancia de abril en Argentina, donde afrima que "...me pongo a grabar la semana que viene el disco, supongo que saldrá en septiembre, octubre en España." Entonces me río y me acuesto.
 

 

el miércoles 19 de noviembre:

El estado del domingo/lunes, cuando estuve a punto de morir, me obligó por fin a preparar sopa de miso para el desayuno, para el almuerzo un pan de chapata con puré de judías y sopa de remolacha, además una mitad la vertí astutamente en mi termo y lo llevé conmigo a la clase. Antes de salir, aún jugué con la impresora de Begoña. Necesitaba imprimir una entrada, pero el papel se atascó y yo lo estuve extrayendo de ella unos veinte minutos mientras que logré rasparme dos dedos hasta la sangre. No obstante, yo vivo, la impresora imprime, o sea, ¡todo bien! El camino – como siempre: hacía sol, bastante calor y oí las palabras de elogio hacia mi vinilobolso. Esta vez de tres tipos que arreglaban una acera. :-) Para Didáctica tuvimos que tener preparados algunos deberes que estaban a disposición en la red. Sin embargo, a mí no se me han mostrado hasta hoy así que lo tomé como una excusa genial. No obstante, en la clase cuando la profesora dijo que los deberes en esencia son el tercer capítulo de su libro, con prontitud puse cara de que sé exactamente de qué va y además hojeaba el libro afanosamente. Otra vez me preguntaba por unas cosas, pero todas estaban relacionadas con mi origen extranjero y no con los deberes, así que todo bien. :-) Bueno, y luego la Psicología de Aprendizaje (antes una vuelta por el termo olvidado en el aula – ay ¿¿¿cómo lo hago???). La segunda clase – una lata como siempre (será por que se trata de la asignatura de pedagogía social, esa de verdad no me interesa nada. Pero ojo. Irene, la profesora, mejoró y a las 17:48 acabó, quiero decir, decidió acabar la clase por hoy (a Irene no la remataron ni las anginas, ni el micrófono de solapa estropeado). De camino a casa, cuando me acordé de que ya es la hora para averiguar donde exactamente está el Teatro Lara (el escenario del concierto del miércoles), descubrí en el centro de Madrid una pista de patinaje escondida cerca de la Gran Vía. Me vinieron totalmente recuerdos de nuestro Ovocný trh de Praga (*explico: "Ovocný trh" / "Mercado de la fruta" es una plaza pequeña de Praga donde durante el invierno se instala una pista de patinaje). El teatro lo encontré, no obstante, está más cerca de la parada "Callao" que de "Gran Vía". Sin embargo, luego me di cuenta de que la Sala Mirador, donde mañana me espera la noche con la poesía de Luis García Montero, también está más cerca de "Lavapiés" que de "Atocha". O sea, en vez de la línea azul tomaré la línea amarilla cuando me desplace de la reunión literaria al concierto de Iván Ferreiro. Pues, ¡qué estrella soy eh! Cómo me oriento y cuánta sesera tengo eh! :-) Bueno, y qué tontería la estrella Horská inmediatamente después volvió a cometer. Sagazmente rodeé la FNAC, sin embargo, me tropecé con la Casa del Libro (¡pero se trata de otra filial que la del sábado!). Descubrí un libro que no podía dejar allí (* Practica tu español: Las expresiones coloquiales). Además, parecía que era el último ejemplar. Cuando por la noche lo hojeaba completamente con la conciencia tranquila digo: pagaría por él sin problemas veinte euros en vez de diez. ¡No tiene ningún fallo – está lleno de modismos y la utilidad y adaptación es excelentísimo! Después con Inma en la cocina repasaba algunos refranes y dichos porque necesitaba concretar y aclarar unas cosas. Cuando le pregunté por el significado de "La cabra siempre tira al monte." me lo explicó con el ejemplo que me imaginara que tenga un novio que solía ser un tremendo mujeriego, pero ahora hace como que lo dejó todo. Significa algo como "¡Ojo, él nunca cambiará!" Y bueno, de algún modo en aquel momento se me ocurrió preguntarle por Juan. Inma se echo a reír diciendo que era justo eso y que si se preocupara por su harén, caería. Y yo caí en la cama.
 

 

el miércoles 20 de noviembre:

Y miércoles... bueno... vale, lo diré sin rodeos. Para qué alargarlo. Por pura casualidad (aunque esto ya no puede ser normal), en la calle Montera, con eso ojo – es otro lugar que habitualmente – encontré a Leiva. Sí. Por tercera vez en esta enorme ciudad. Por tercera vez que fui a la clase del Hablador. En lugar de un sombrero gris, un gorro, en lugar de un abrigo negro, uno beis, pero esa barba y piernas como palillos uno no puede confundirlos. Cómo es posible que sea capaz de reconocerlo entre esa multitud de gente que pasa por delante de mí ¡dejémoslo correr! Eso está fuera de mi capacidad de entender. Bueno, con lo que le prometí a usted, a las chicas, y –en esencia– también a mí misma, entonces en un fragmento de segundo me volví y lo seguí. La primera vez, fue un shock, la segunda vez, no había sabido qué decirle. Pero ahora, por tercera vez, ya estaba segura de que de mí iba a salir algo que pudiera tener pies y cabeza aunque a la vez tenía miedo de que cuando lo parara diciendo "Perdona, tú eres Leiva, ¿verdad?" y él asintiera, entonces todo se me fuera de la cabeza y la única frase en español de la que me acordara iba a ser "¿No sabe usted por dónde se va al Museo del Prado?" (sí, incluso del tratamiento de usted). Sin embargo, esta vez no planeadamente, estaba llamando por teléfono. Arreé detrás de él deseando que por fin lo colgara para que pudiera alcanzarlo, soltar de mí unas cuantas frases agradecidas y dirigirme atrás hacia la ciudad universitaria con alivio por haber cumplido la promesa y no perseguirle aquí como una majareta. Es que mi marcha frenética se parecía a la de un acompañante en la moto - ¿sabe usted imaginarlo eh?- cuando uno se inclina y en general hace los mismos movimientos como el que conduce. Esa carrera eterna la entretenía lamentándome de por qué no podía haber llamado mi atención por el español Miguel Cervantes – habría podido estar totalmente sin estrés en la Plaza de España y decir con agradecimiento "Querido monumento, te doy enormemente las gracias por el vocabulario como por ejemplo INGENIOSO, el CABALLO, el MOLINO." y no aquí perseguir y molestar al pobre de Leiva. Luego me quejaba de por qué había accedido a esos consejos suyos de que la próxima vez no lo dejara largarse por nada del mundo. Ay de mí. Mantenía de él una distancia de cinco metros y él no y no y no terminaba esa llamada. En una calle estrecha y alejada paró, se respaldó en una pared y seguía hablando al teléfono. Y a mí en ese momento no me quedó otro remedio que pasar por delante de él sin decir ni una palabra. Además, no estoy segura de si ya no me había visto el otro día y según mi vinilobolso me reconociera. Conozco esas angustias patológicas suyas de los aviones y de las enfermedades y tengo miedo de que él se tema que yo soy una loca que lo persigue porque quiere liquidarlo como a John Lennon. En cualquier caso, fue tan EMBARAZOSO que ni el superlativo absoluto, que se utiliza cuando algo es extra de verdad, sería capaz de expresarlo... Originalmente pensaba que en cuanto terminara la llamada iba a decirle algo un poco del estilo de "Gracias por todo", pero ahora tendría ganas de volverme, caminar delante de él, poner las manos en la cintura con enfado y gritar: "¿Serías tan amable y dejarías de llamar un rato, por favoooor? Es que soy de la República Checa, corro como una loca detrás de ti desde la calle Montera (la que por cierto conozco gracias a tu canción con Quique Sudando la tristeza) por la mitad de Madrid hasta aquí, a Lavapiés, atravieso pasos de peatones en luz roja, lo que es algo que nosotras las maestras que queremos dar ejemplo a los niños no hacemos para nada, y ahora querría decirte que tu música me ha cambiado la vida (mientras que ese cruzar los pasos de cebra casi me la quitó). O sea, te agradezco cada día que he pasado aquí, sin embargo, no lograré decirte nada más porque para poder disfrutar mi estancia aquí tengo que fingir interés por el estudio y dentro de poco empezará la clase a la que si quiero llegar a tiempo tengo que ir por ese maldito metro, puesto que perdí treinta minutos en esta "excursión" nuestra. Aaaay. Ese momento en el que uno tiene que admitir que algo no le salió bien aunque estaba tan increíblemente cerca... :-( No me quedó otro remedio que orientarme e ir a buscar la parada de metro más cercana. Volví a ponerme los auriculares de los que seguía sonando música, porque desde el momento en el que había visto a Leiva, como ha podido imaginar, tenía a mi cargo otras cosas que buscar el botón de parar ¿verdad?. Y de mi ipod, en el que tengo más de mil canciones, de repente oí: "...déjame, ya no tiene sentido, es mejor que sigas tu camino, que yo el mío seguiré, por eso ahora déjame, tuviste una oportunidad y la dejaste escapar..." ¡Nooo! Se trata de uno de los hits de mi querido grupo Los Secretos y esta canción la adoro y entiendo cada palabra de la letra, pero ahora digo: por desgracia. Tengo más ganas de sentarme en el bordillo de la acera y llorar como una Magdalena que de ir a la uni. Diooooos. Pero bueno. Pues, para la clase del Hablador llegué en metro mientras que en el vagón encontré a unos chavales maravillosos que lograron devolverme la sonrisa durante un rato. Cantaron y tocaron de tal manera (sí, también así se mendiga aquí) que caí en la cuenta: Tía, de un euro podrás prescindir. Una vez que acabaron y bajaron del vagón, continué pensando que poco me había faltado esta vez y me lamentaba a la astrología de que si este año pudiera desear cualquier cosa, entonces por qué, hostia, no me había salido en el momento cuando solo bastaba terminar la llamada y poner ese maldito móvil fuera de la oreja. Antes de la clase, repasando la red mi estado de ánimo ya tan decaído lo remató la noticia de que murió Pavel Bobek (*explico: un cantante checo). Adoro su versión de la canción de Johnny Cash "Mé září" / "Mi septiembre" (* explico: en original "September when it comes"). Y por si fuera poco, de camino a casa me tropiezo cerca de la Ópera con ese tipo – El Ciclista. Y yo ilusa de mí presumía de qué suerte tenía al encontrar en lugar de los pelmazos a los cantantes. Luego en casa descubro la versión de Bobek de la canción "Walk on the wild side" originalmente de Lou Reed, es una de las canciones que tengo asociadas con Pereza y justo es esa la que por casualidad estuve escuchando todo el sábado. En checo la cantó bajo el título "Zkus se životu dál smát" / "Intenta seguir riéndote de la vida". Aunque el día de hoy es una mierda, al final me digo que bueno, "intentaré seguir riéndome de la vida" y me voy a esa reunión con Luis García Montero. Entender la poesía es para mí complicado, pero de esa sala tengo bonitos recuerdos (allí tuvo lugar la reunión con Benjamín Prado y Joaquín Sabina), el lugar tiene encanto y además escucho el hermoso español. Con esto me consolaba. Pero ojo, al final la noche se animó: una espectadora le pidió a Montero si podía recitar su poema "Aunque tú no lo sepas". En él hace mucho se inspiró Quique González, hizo de ella una canción para Enrique Urquijo y se trata de uno de sus mayores éxitos que también él mismo sigue tocando en sus conciertos. Y el señor Montero durante esta ocasión nos contó esta anécdota: su hija es una gran admiradora de Quique y cuando leyó que su canción había salido de la obra de Luis García Montero fue a su padre a preguntar si ese Montero de verdad era él. Dijo que había sido la primera vez que se ganó el respeto de su hija. :-) Luego alguien del público pidió su opinión sobre el fútbol actual. Tengo que decir que lo expresó perfectamente. La reunión la terminó recitando un poema que aparecerá en un disco musicalizado otra vez por Quique. ¡¡¡Fue precioso!!! Durante nuestro aplauso nos daba las gracias y al salir me sonrió. Yo me daba prisa para ir al metro, a la línea amarilla moderna. En el Teatro Lara estuve a tiempo, dado que alcancé una conexión anterior y no tenía que esperar para la otra siete minutos, puedo decir que llegué pronto. Pero debido a unos problemas técnicos, el concierto se retrasó y en vez de a las diez empezaron más de una hora tarde. Le digo, bastante rollo, pero fue divertido contemplar a los españoles notando que una hora de retraso es, evidentemente, demasiado también para ellos. :-) Antes de que nos dejaran entrar en la sala, me entretuve leyendo. Sin embargo, tampoco después de que nos sentaramos en butacas cómodas el concierto empezaba. Como de repente se conectó la señal en mi móvil, por aburrimiento además eché un vistazo al Facebook y al Twitter. Y si no hubiera estado sentada, me habría desmayado. Como ya he dicho, el domingo al leer su email pasó por mi cabeza: "Si usted hubiera sabido lo que solo yo sé...". Es que me prometí a mí misma que sería algo de lo que nadie iba a enterarse y usted solo en el caso de que tuviera la certeza de que "el asunto había llegado a buen fin". Ha llegado la hora de revelarle todo. No es por el hecho de que le tome a usted por una amiga íntima que tiene entendimiento de todas mis manías (incluso mi animal de peluche), sino que usted fue "ese desencadenante", ese efecto mariposa y a usted ahora le pertenece mi ¡GRACIAS! Pues: ¿se acuerda de cómo le contaba a eso de mayo en el hogar por primera vez sobre Leiva? De hecho, ¿cómo empezó? ¿Me preguntó qué había sido lo que despertó entusiasmo en mí por el español o por qué había ido a Madrid y quería repetir no? Y yo empecé: la música de Leiva que compuso para una película, sus canciones, entrevistas y anécdotas, etc. Recuerdo cómo usted se asombraba de lo que provocaron unas cuantas notas de música de una película vista casualmente y decía que le había transmitido mi entusiasmo a usted igual que las muestras de su música que le ponía en mi ipod... cuando llegué a casa hacía un tiempo maravilloso así que en vez de a mi cuarto me dirigí a la terraza. Estaba tirada en la manta, miraba el cielo cerúleo y las estelas blancas de los aviones (y a la vez ya tenía comprado en secreto el billete para mi escapada a Madrid en junio de 2013) cuando en ese estado entusiástico del hogar, gracias al que por primera vez me di cuenta de qué camino ya había recorrido en mi manera "leiviana" de aprender español, se me ocurrió que podría escribirle a Leiva una carta de agradecimiento y dejársela en algún lugar. Al imaginarlo me eché a reír a carcajadas y esa idea la puse entre esas decisiones del tipo "desde el lunes no comeré palmeras" o "desde noviembre no comeré Galletas Príncipe", etc. Pero de algún modo no podía quitármelo de la cabeza. Pues, por qué por lo menos no intentar escribir qué le diría, si un buen ejercicio de español no va en mi detrimento. Bueno, y de algún modo se me fue de las manos. Simplemente como resultado tuve escritas (¡a mano!) unas cuantas páginas y en un sobre lo llevé en junio a Madrid. Pero hasta el último momento estaba convencida de que yo era una señorita decente, razonable y adulta que no hace estas cosas y se las deja a las quintas menores, a las que están culminando la edad del pavo. De verdad pensaba de mí que yo no era ese tipo que entra en una tienda y al pagar pide al vendedor un favor: "¿Podría dejar aquí algo para el cantante Leiva, ese de Pereza? He leído que hace compras aquí a menudo, yo soy extranjera, dentro de poco tengo que estar en el aeropuerto y no tengo otra posibilidad de cómo entregárselo." La cara de ese pobre de chico nunca la olvidaré. Pero enseguida se recuperó y dijo que ningún problema, que se lo guardarían allí para él. Lo hice con el riesgo de que no se lo entregarán nunca, que la abrieran y la leyeran, que la tiraran, eventualmente lo haría Leiva mismo pensando que se trata de una broma de alguno de sus compadres. A la vez, estaba segura de que nunca llegaría a saber cómo este desliz mío acababa. Por eso esos secretos. Los días pasaban y yo cada vez más me regañaba a mí misma por las tonterías que había escrito, qué ridículo era, qué había hecho. De verdad, estados como cuando uno se despierta de la resaca, no cree que esos mensajes enviados ayer en el móvil de verdad los escribió y solo tiene ganas de tenderse en los railes más cercanos y esperar el tren. Rezaba para que nunca recibiera esa carta porque en caso contrario tengo en la conciencia una vergüenza internacional para la República Checa. Menos mal que no la había firmado, mejor dicho, había puesto solo "K." aunque aquella vez lo tomé como que mi nombre no tenía para el contenido de la carta ninguna importancia, lo relevante es el agradecimiento y no la autora. Bueno, y ahora un salto: miércoles 20 de noviembre, la noche, el teatro, yo cansada y todavía triste por la oportunidad perdida y seguramente última "Leiva al alcance" y ya más de una hora esperando el anhelado concierto de Iván Ferreiro. Y pues, solo para matar el tiempo repaso ese Twitter, se me muestran cinco nuevos tweets. Cuando veo el último, me empiezan a temblar las manos totalmente. Leiva, en su perfil oficial con casi 70 mil de seguidores, acaba de escribir: "Gracias por esa preciosa carta anónima que alguien dejó para mí en el "El Templo de Susu." Xxx. L." Añadirle a usted ahora cualquier cosa más lo tengo por redundante e inconveniente. Quizá solo una frase no me la ahorro: fue tan INESPERADO que ni el superlativo absoluto, que se utiliza cuando algo es extra de verdad, sería capaz de expresarlo... :-) Bueno, si hubiera sabido que su "compro mucho allí" en realidad significa "dos veces al año como máximo", entonces ni me sorprendería que si su "disco saldrá después del verano", aparecerá en las tiendas en enero o en febrero.

Entonces ya solo acerca del concierto: Iván presentó las canciones de su nuevo disco, las cuales todavía no conozco, pero no importa, estaba encantada de por fin verlo en vivo. Aunque "verlo" no es una palabra demasiado adecuada. La entrada para la primera fila no es una garantía de éxito si uno está sentado justo frente a su atril en el que tiene partituras. Además, él es pequeño, un duende, sin embargo, cuando canta, de todos los modos posibles se retuerce, se estira, da saltos, sus hombros y rodillas se mueven en una sincronización absoluta. Simplemente una delicia. ¡Y qué voz! Espero con ilusión cuando en febrero en casa desenvuelva y me ponga su disco que cuando me lo compré en septiembre no quería tanto. Desde ahora lo tendré relacionado para siempre con un momento en el que casi me llevó la ambulancia. :-) Quién lo diría... Después de Iván, actuó la mexicana Carla Morrison y aunque debido a la hora avanzada yo tenía intención de huir, era excelente. Y me alegró quedarme hasta el fin porque el mismo llegó pronto. Es que los organizadores la interrumpieron a la una explicando que el teatro cerraba. Un buen ridículo. A casa fui a la una y media de la madrugada. El camino me lo avivaron los barrenderos que con las mangueras rociaban las aceras. Madrid ya vuelve a estar limpia. A la cama me fui con la sensación de que hoy quizá ni estaba despierta. Una experiencia del país de los sueños está detrás de mí y el megaemail número quince también.
 

Saluda


Kristýna desde Madrid (¿o Alicia desde el País de las Maravillas? :-))


Y fotos para el n°15:

las chicas al salir a una fiesta querían que les hiciera una foto – Emejota de rojo, Inma en vestido de rayas ¡son bombones de verdad! :-) y todo el domingo adornaban el piso con unas decoraciones con la tématica navideña, sí, el 17 de noviembre, ¡dios!; luego hay una foto de un camino de la uni al caer la noche; las entradas que me arruinarán pronto; Iván Ferreiro y Carla Morrison; bueno, y tampoco le privaré a usted de ver el Twitter de Leiva aunque su tuit está escrito en español.
K.

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