he decidido concluir este año (para mí en todos los aspectos extraordinario) de forma excepcional, es decir, con un email extraordinario de un día. :-)
el jueves 26 de diciembre:
Lo que se podía lograr hacer, lo logré hacer. Lo que se podía limpiar, lo limpié. Lo que se podía jalar, me lo jalé. No hay otro remedio, toca el turno de otros deberes asquerosos de Psicología asquerosa con el deadline a medianoche pero como a esas horas estaré en el concierto, tengo que tenerlos hechos aún antes. Como límite determino las cuatro de la tarde. ¡Y es algo superterrible! A ratos quiero dejarlo o, por lo menos, con una excusa posponerlo, pero luego hago un esfuerzo de voluntad, me digo que para mí es más decisivo entregarlo a tiempo que con buena calidad, y al final lo hice poco chapucero. Escribo allí tantas tonterías que te cagas y estoy de los nervios. Por cierto, los compañeros avisaron a la profesora (sí, a esa señora amable y simpática) de que ellos mismos no lo entendían, y al mismo tiempo ella añadió que era un artículo algo inadecuado. Lo que es un término algo inadecuado ya que, diciéndolo en una palabra, es una M.I.E.R.D.A. Al enviarlo, me sentí totalmente aliviada, el resultado en este momento me importa un pimiento. Rápidamente preparo alguna comida, paso corriendo por el cuarto de baño y me preparo para el concierto. En ese momento, llama Inma diciendo que tiene un problema: olvidó aquí algún documento importante y necesitaría escanearlo y enviarlo. Ay, chica, por ahora lo siento, lo arreglaremos mañana, me voy pitando a mi regalo navideño - Leiva con Gran Cañón en el Shoko (le aseguro a usted que si estuviera metida a estas horas en Třebová y celebrara la Navidad checa, entonces no pararía de llorar :-)). Al lugar del concierto llego a las nueve menos diez, mientras que, al principio paso mucho tiempo de pie haciendo una cola terrible (bueno, mucho peor que la de Amaral). Sé que en la sala caben 900 personas y que está agotado, pero parece que no llegó a los oídos de los organizadores. En la entrada los guardias de seguridad están pasmados con mi vinilo bolso. Los tíos se sienten como DJs y uno tras otro tienen que toquetearlo, de verdad, como niños pequeños. Después, por fin, me dejan entrar. Voy enseguida a la sala donde intento encontrar un lugar con mejor vista a la batería, ya que hoy Leiva va a "trabajar" justo allí. Cuando miro hacia arriba, se me ocurre que desde esa planta podría ser aún mejor. O sea, sucede un guion típico: paso varios minutos valorando pros y contras para al final subir corriendo allí y enterarme de por qué los demás no se lanzan allí. Se trata de la zona VIP, aunque solo de una mitad, mientras que en la segunda, la parte pública, ya ocupan la barandilla los individuos menos indecisos que yo, tras los que no veo ni patata. Pero lo que después noto (bueno, sería mejor decir A QUIÉN después noto) es a Leiva. Para ser exacta, Leiva en la zona VIP, a la que acaba de llegar para continuar al backstage. ¡¡¡Qué idiotaaaaa soy!!! Entiende usted, si no hubiera cavilado tanto tiempo sobre las ventajas y desventajas de la azotea, habría podido alcanzarlo. Al final me compro una cerveza y regreso con ella abajo, pero donde ya hay tantas masas de gente que estoy lejos y no veo casi nada. Sí, sí...como decimos en checo - quién quiere mucho, suele quedarse sin nada. En cuanto al concierto: el repertorio compuesto de los hits de rock, blues y soul de los años 60 y 70 casi no lo conocía. No empezaron antes de las 22 horas, pero aun así el concierto pasó corriendo, bueno, excepto de estirar y volver al final para tocar unos cuantos bises. Luego llegó solo el chillido de los fans y la despedida. Cuando a medianoche terminaron definitivamente, me dije: "Pues, ¿y qué ahora? ¿De verdad es todo por este año?" Subí arriba con la intención de, por lo menos, devolver la botella de cerveza (la que, naturalmente, podía dejar en cualquier otro lugar). Un rato estuve mirando desde arriba cómo la sala se iba despoblando cuando de repente un chico se puso a charlar conmigo. No es ningún secreto que no soy demasiado sociable, pero me dije: "Hoy no hay adónde ir y ¿por qué tener prisa, qué harías sola en el piso?" Entonces charlamos (no creía que yo tenía casi 26 años) y después me presentó a sus amigos majos. Pero les dijo que ojo, que es extranjera y habla español fatal. Sí, justo esto le había dicho al principio y él ahora –en broma– a los chicos les advertía así porque después acerca de mi expresión oral me llenaban de superlativos. Pero ellos de mi origen sabían porque antes, por casualidad, me elogiaron mi vinilo bolso y les dio pena que se pudiera comprar solo en Praga. Como estaba charlando con ellos (y los tíos estaban entusiasmados por mis conocimientos musicales, por el hecho de que en Madrid estaba ya por tercera vez y cómo de bien la conozco), vi cerca de la barra a Juancho (el hermano de Leiva, del grupo Sidecars). Pero a él ellos no lo conocían y seguían pasmados de qué conocimientos tengo. Cuando llegamos al tema del concierto, es decir, al comparar el repertorio de hoy con a lo que se dedican en sus carreras solistas, nos pusimos de acuerdo en que nos gustaba más su música actual. Les interesaba a quién prefería, y yo, sin rodeos, dije que a Leiva. A eso me respondió Dani (sí, otro Daniel, por eso, por favor, ¡no confundirlo con El Pelmazo/El Loco/El Fondista del Retiro! Sería un desacierto fundamental, como confundir a Dani Flaco/=No Cerdo con Dani Martín/=el diploma de lenguas inexistente del nivel D): "¡Qué pena que él no está aquí!" Y yo le dije: "Pero sí está, por allí." :-) Sí, sí. Es que durante nuestra charla apareció allí también Leiva. Daniel se quedó atónito y enseguida gritó: "Venga, vamos, nos colamos en la zona VIP (que, por cierto, junto con el fin del concierto dejó de serlo y esas cintas han quedado aquí solo como un adorno) y lo saludamos." Mis protestas y hablas de que hay que respetar la privacidad no tenían efecto. Simplemente en España no va así. Así que en menos de lo que usted reza un Padre Nuestro estaba en el territorio prohibido y observaba como Dani y Leiva (siendo hombres) se dieron palmadas en los hombros y cuando Daniel me señaló a mí, entonces Leiva -como yo en el caso de la firma de discos de Quique- dio tres pasos, hizo el gesto de dar un beso en mi mejilla izquierda, lo repitió a la segunda (sintió alivio triunfalmente) y volvió con sus amigos. Daniel estaba con una euforia total, decía: "¡¡¡¡¡Aaaaaa, nosotros hemos saludado a Leiva!!!!!" Como usted ya sabe, este año puedo desear cualquier cosa, incluso tengo escrito que no se puede descartar que conoceré personalmente al hombre al que considero mi ídolo inalcanzable ("...y el que le dará indicadores valiosos en su siguiente camino espiritual." Jaja.) Y como las dos sabemos, todo esto acabará con la campanada de la medianoche del miércoles. ¿Por qué lo menciono? Esos horóscopos son mi báculo en los momentos en los que no sé qué hacer, eventualmente cuando tengo que hacer algo para lo que no tengo carácter. Es que, en cuanto Daniel asimiló el saludo, se le ocurrió otra cosa "genial" – ¡todos nos vamos a hacer una foto con Leiva! Cuando los chicos, pese a mis protestas, me metieron junto a ellos en la foto colectiva, después de apretar el disparador me dije: "O ahora, o nunca." y mientras que los demás corrieron a la cámara para controlar el resultado, yo me volví a Leiva diciendo si le "podría dar las gracias personalmente porque soy de la República Checa..." (asintió con la cabeza), "...de Praga..." (se asombró) y "...y esa carta..." lo que ya no terminé de decir. ¡Ajá! Entonces debo ser yo la autora y acercó a su novia diciéndole: "¿Sabes como recibí esa preciosa carta?" Bueno y luego, en esencia, los dos empezaron a hablar: de qué escritura tan hermosa tengo, qué ordenada era la carta ("¡Fue lo primero en lo que me fijé!"), qué bien escribo, cómo el vendedor le sorprendió al anunciarle que una chica le había dejado aquí una carta hace unos meses, que fue muy emotivo y bonito, que no sabía cómo avisarme, así que lo intentó con Twitter (a lo que yo no quería reaccionar lo que él, según dice, entendía), que leyó todas esas cinco o no sé cuántas páginas, que fue muy amable por mi parte etc. Le entendí cada palabra, pero a decir verdad, de algún modo todo se me mezcla y no sé si por esos fallos de memoria puede el hecho de que el hombre, cuya música me cambió la vida, de repente está delante de mí o si la culpa la tienen esas dos cervezas que apuré por la noche. Vagamente recuerdo que al final, cuando le dije que me iba el último día de enero, es decir, iba a lograr comprar el disco pero que debido al concierto tendría que volver, su novia dijo que yo era muy amable y Leiva dijo que era estupendo. Pero luego ya me alejé (¡dios, cuánto apuro me da tener tanta atención!). Los chicos asombrados enseguida empezaron a sacar de mí de qué, hostia, había hablado con él tanto tiempo, lo que yo pasé por alto solo con una sonrisa. Cuando apareció delante de mí otra vez su novia, intercambiamos unas frases (incluso los chicos nos sacaron juntas), y ella me preguntó si tenía la foto con Leiva. Yo respondí que no, que no quería, que no la necesitaba, que no le iba a dar la brasa más, pero ella se resistía y decía que esto no entraba en consideración, que le diera mi móvil, que me iba a sacar una foto con él. Acto seguido me –no sé cómo– arrastró hacia él y... bueno, ¡flash! Pues y como ya tenía en mí esas cervezas y estaba animada por esa sesión de fotos, pedí a los chicos una foto más con Juancho. ¡Pero qué tío es! :-) Cuando Dani me trajo la tercera botella, la rechacé explicando que ya era tarde y tenía que irme. Antes de salir, di las gracias por las fotos, cervezas y sobre todo por la amable compañía. Me propusieron una cena colectiva, pero llevábamos tanto tiempo buscando una fecha conveniente que le escribí mi número a Dani diciéndole que me avisara cuando llegaran a algún acuerdo. Tengo que reconocer que era justo esa pandilla de chavales con los que se tiene una charla genial como si nada, alrededor de los treinta, no como los ocupantes de nuestro piso con la edad media de veinte coma cero. Pues si algún día llaman, no estaré enfadada. :-) Sabiendo que de verdad ya no puedo pedir más, me dirigí hacia casa...
Como esta es probablemente mi última "obra" de este año (otro cincodial, que termina con la Nochevieja, llegará a la "adaptación literaria" durante primeros días de enero) y la carta navideña de felicitación con respecto al ambiente no navideño la dejé escapar, querría también yo darle muchas gracias una vez más por todo, y ante todo le desearía un año 2014 tan increíblemente maravilloso como lo fue el mío con el trece al final, cuando se me cumplió algo aparentemente irrealizable. Ojalá también todos sus sueños y deseos se cumplan y mi aventura madrileña sea una inspiración para usted o, aún mejor, una certeza de que de verdad es posible todo y nunca nada se debería dar por vencido. Mi querida maestra, ¡que esté sana, feliz y contenta usted y su familia! También me alegro de haberla conocido. ¡Para mí es una de las amistades más hermosas y más sinceras! ¡¡¡Gracias por ella!!!
Saluda
Kristýna desde Madrid (¿o desde el país de los sueños? ¿Estoy durmiendo o despierta? Me da la impresión de que este email ni puede ser real... :-))
P.D. Sigo sin saber qué postal le debería enviar. Y de verdad, no espere usted que algo lo elija yo sola con esa avalancha de posibilidades. Así que piense bien qué lugar de esa peregrinación mía por Madrid le llamó la atención y yo ya, a base de eso, ajustaré la elección. Y como una recompensa podrá elegir si quiere que se la mande a Lhotka o a su casa nueva. Ay, qué buenísima soy con usted. :-)))
UNA FOTO EXTRAORDINARIA N° 23 :-)
sin comentarios :-)
Comentarios
Publicar un comentario